Eusebio Francisco Kino

Lo que sigue es la presentación de un libro. Lo releí hoy, y juzgué que a alguien pudiera interesar. Anoto sólo, para lectores foráneos, que guacho llaman aquí a quienquiera no sea sonorense, que la Unisón es la Universidad de Sonora (en uno de cuyos auditorios fue presentado el libro), con cuyo lema cierro esta nota presentativa.

EUSEBIO FRANCISCO KINO, sI
Los Confines de la Cristiandad
Hermosillo, Son., 24 de abril de 2002
Félix Palencia, sI


0. Me llaman Félix, y soy guacho. Nací en la ciudad de México, de la pareja Palencia-Gómez, cuando presidía el País Lázaro Cárdenas.

Estudié con los jesuitas, y dejé 1º de Ingeniería para hacerme, yo también, jesuita. Así, desde muchacho oí hablar de Eusebio Kino.

Soy cura desde el año que siguió al 68. Como Kino, me formé en los Ejercicios de Ignacio de Loyola, y estudié, como él, las Humanidades, la Filosofía y la Teología. Fui maestro de Matemáticas y Física, y de Teología y Filosofía. De ésta ahora doy clases en el seminario de Hermosillo.

Mucho de mi vida lo he pasado sentado, pero nunca me he asentado: De maestro pasé a obrero, fui luego plomero y albañil, y por años me acompañé con los internos de la pinta de Tijuana y los colonos de las Islas Marías.

Vivo en el Cerro de la Campana, atiendo la Parroquia Universitaria, y gozo de la amistad profunda de excelentes sonorenses.


1. Amigo del promotor y prologuista de la traducción que presentamos, en cuanto pude compré el libro, que hoy releo. Me atrevo a hablar de él -más del biografiado que de la biografía-, por el cariño que le tengo, y porque creo conocer su intimidad, por ser la mía... Y por ser, además, hoy por hoy, el único jesuita aquí en Sonora.

Todo sonorense sabe algo de Kino: el matemático y astrónomo, el agrónomo y zootécnico, el explorador y cartógrafo, el ingeniero y constructor, el lingüista, el educador, el escritor e historiador y aun el gestor y el diplomático.

Yo puedo, sin embargo, hablarles algo del jesuita.


2. ¿Qué había en el corazón de Kino? ¿De dónde aquel hombre, tan humano como cualquiera de nosotros, sacaba su tenacidad y valentía, su paciencia y su esperanza, su capacidad de recuperación y su habilidad negociadora?; ¿de dónde su optimismo y fidelidad inquebrantables, y de dónde su ilimitada benevolencia hacia los pimas?

¿Cómo convivían en él la ciencia y la estrategia con la fe y la religión? ¿Cómo la iniciativa y la obediencia; la tradición y el futurismo; la minuciosidad y las grandes perspectivas?; ¿cómo la audacia con la prudencia; la terquedad y claridad de miras con la transigencia y tolerancia; la intelectualidad y la contemplación con la reciedumbre física y la practicidad multifacética? ¿Qué había en él, que le ganaba la confianza de yaquis, seris, pimas y ópatas, como también de capitanes, almirantes, obispos y virreyes?


3. A través de sus Favores Celestiales, a tres siglos de distancia, podemos encontrar a Kino hoy en su parroquia de Dolores: Hace 15 días, el 7 de abril del 1702, regresó de un viaje de dos meses. Tiene sobre la mesa, fechada el 8, su larga carta al padre Visitador de las Misiones.

3.1 Por ella se asoma el corazón del explorador y misionero. Bolton presenta en sus Confines un resumen de ella (p 591) con siete razones y argumentos claros que establecen la certidumbre del paso por tierra a California. Atiendo, leyendo la carta, a algunas de ellas:
Así lo vi el 9 de octubre de 1698 desde el cercano alto cerro de Santa Clara.
El [pasado] 11 de marzo, estando diciendo misa en el desemboque del río Colorado, me salía el sol por encima de más de 30 leguas de mar del remate de este seno califórnico, y al poniente teníamos a la vista más de 30 leguas de tierra continuada, y otras tantas al sud, y muchas más al norte.

Los naturales más cercanos a ese desemboque nos dieron noticias de Loreto Concho, y de la comida de los indios guimies y edues, y que los del poniente tenían conchas azules; noticias todas que, desde que estuve allí y viví con ellos, me constaba eran verídicas.

Pusieron la California península los mapas antiguos y algunos modernos, como el de mi maestro jesuita de Matemáticas en la Universidad de Ingolstad.

Para Kino, pues, es isla y no penisla, porque así la vio de lejos, porque estuvo en el extremo de aquel golfo, porque llegan a pie hasta el Continente los indios de la Baja, y porque así estaba en el mapa de su profesor de Matemáticas. ¡Hermosa combinación de persuasiones empíricas, deductivas y afectivas!

3.2. Inicia su carta Kino diciendo que se enteró de que lo habían dado por muerto en el río Gila, y aun le habían dicho las misas y sufragios. Y aclara que el día de su supuesta muerte dijo misa en la afluencia del Gila al Colorado; y aunque no pasamos estos ríos, nos vinieron a ver, pasándolo a nado, como cuatro mil almas de muy amables, dóciles y amigables indios, que recibieron con tanto aprecio la palabra de Dios, que ya me daban muchos párvulos a bautizar. No los bauticé ni a otros muchos adultos que me lo pedían, pues les era necesaria primero la instructiva; con lo que ocho destos adultos han venido a instruirse aquí en Dolores, caminando a ese fin más de 200 leguas.

A renglón seguido, da razón del jesuita compañero: Aunque de ida y de vuelta muy enfermo de sus penosos cursos y almorranas, dio a los naturales muchas dádivas y aun gran parte de su propio vestuario y ropa blanca.

Y prosigue: Nos han ayudado mucho los buenos guías e intérpretes pimas y yumas, y también las varias estanzuelas de ganado mayor y menor y caballada de este partido, que hemos hallado en diferentes partes, en particular en San Marcelo de Sonoíta; de donde será fácil pase más adelante hasta la California, pues los naturales son tan leales, que, habiéndoseme perdido unas cabalgaduras en la entrada antecedente, ahora las hallé que me las habían recogido y cuidado con toda fineza.

Resumen: el jocoso incidente de que lo habían ya cafeteado, la enfermedad y generosidad de su colega, la ilusión por dar apoyo a California y el afectuoso elogio de sus pimas: El buen humor del italiano y legendario Kino, y su entrañable cariño para sus misionados y sus comisioneros.

3.3. Pondera luego y agradece las cartas de sus superiores jesuitas (el general, y el provincial de México), y sigue con una idea de la prosperidad material de las misiones de la Alta Pimería, medios temporales para el remedio de tantas almas y tantas nuevas naciones, habidos ya, gracias al Señor:

Más de tres mil quinientas reses, algunas ya muy adentro, que con facilidad, con la gracia divina, podrán pasar a las Californias Alta y Baja; muchos trigos y muchos maíces, frijol, y otras semillas, y todo género de hortalizas y legumbres y árboles frutales; viñas, molino de agua, recuas, labores, boyada, tierras y caminos llanos; hermosos valles, lindos ríos, abundantes pastos y buenas maderas para fábricas, y tierras minerales.

Y añade que el temple de estas tierras es algo semejante al de México y al mejor de Europa, sin excesivo calor y sin excesivo frío. Y más: que se podrá comerciar por mar y por tierra con otras cercanas y remotas provincias y naciones y reinos: con Sonora, Hiaqui, Sinaloa, Culiacán y toda la Nueva Galicia; y la Vizcaya, con Moqui y con el Nuevo México, y aun con la Nueva Francia.

3.4. Y concluye presentando, in crescendo, los esperados frutos de su obra misional: el incremento de los dominios del Rey nuestro señor; la protección de las provincias interiores de la Nueva España; la demitificación de más de una leyenda y el conocimiento objetivo de la superficie terrestre, con la apertura de nuevas rutas hacia la Europa y hacia la China y el Japón, y la protección y abreviación de la ruta comercial de Filipinas; el cumplimiento del encargo evangelizador del Rey de España, con la probable recompensa económica divina para la Corona, y el crecimiento de la Iglesia y la gloria de Dios, en la unificación de la humanidad bajo un único Pastor.

No leemos, pues, sólo al científico que asienta la peninsularidad de la Baja California; también al hombre consciente de su trascendental misión, a la que encamina razonamiento y corazón, y sabedor nada ingenuo de las motivaciones no siempre tan puras de los poderosos.


4. Los Confines narran ampliamente la gigantesca obra de Kino, y la penetran hasta la profundidad de tan gran hombre.., tanto, que el biografiado mismo se desconocería:

4.1. El gran Kino en sus adentros se sabía tan sólo un pecador e inútil siervo, por un favor celestial llamado a ser compañero de Jesús y miembro de su Compañía, y acompañado siempre por él, como en su parroquia de Dolores, así a lo largo de las más audaces y dilatadas exploraciones que emprendiera.

Esto era el corazón de Kino: el de un jesuita, un compañero de Jesús. Era el resultado de una larga formación, iniciada en su adolescencia en colegios de jesuitas, afianzada desde su ingreso al noviciado a los 20 años y confirmada por su admisión plena en la Compañía a los 33.

Alma y estructura de ella fueron indubitablemente los ejercicios de Ignacio de Loyola, vividos por Eusebio al inicio y al término de su preparación jesuita, y presentes a diario en su vida hasta que la entregó a Dios en Magdalena, a los 56 años cumplidos.

Formado en ellos, Kino no pretendió para sí grandes hazañas ni reciedumbre de personalidad. Sencillamente quiso servir al Dios que incondicionalmente lo amaba, y sabía que, acompañando a Jesús, ese servicio no podía ser otro que amar a todos los humanos, con especial preferencia por los más amenazados, y entregarse plenamente a ellos, apoyándolos en su esfuerzo cotidiano por ser libres y por vivir su propia dignidad.

4.2. Por eso, para Kino favores celestiales eran la amistad de guaycuros y de pimas, como los arribos a puerto o las tempestades en el Golfo; la sequedad y el ardor del Pinacate, o los aguajes, flores y animales que el mismo le brindaba; las vendimias y cosechas de Caborca o Magdalena, los becerros o potrillos paridos en Tucsón o en Sonoíta, los mapas esmerados y las cactáceas retratadas, las mediciones astronómicas, las campanas de los templos, las imágenes sagradas, los bautismos y las paces pactadas entre grupos indígenas adversos.

Todo para él era a la vez favor celestial y tarea humana, y se desvivía por descubrir a Dios en todas sus creaturas y por amarlo y servirlo en todas ellas, sin encontrar a su vivir y desvivirse otro sentido que este amor y este servicio.

Por sentir internamente todas las cosas, sucesos y personas como dones de Dios, gratuitos favores celestiales, lo fueron para él los ríos Gila y Colorado y el paso terrestre entre Sonora y California; lo fue el espigar del trigo y el racimar de las vides; pero, sobre todos, la amistad que le entregaron los indígenas, que con cruces lo buscaban aspirando por una vida más humana, y, consecuencia de ella, las misiones, con su templo, sus sementeras, sus ganados, su casa misional y las casas de los indios, que, enseñados por él, con sus propias manos construían.

4.3. Dios era para Kino el Padre bueno, que ponía a su disposición todas las cosas para que él las mostrara a los demás precisamente como regalos cariñosos de ese Padre para todos los hermanos.

Su alimento, pues, fue la gratitud: Vivió sumergido en una contemplación activa de cuanto lo rodeaba: el agua potable escondida en los aguajes pedregosos, las cimas de las montañas escaladas y las hermosísimas bahías contempladas o surcadas.

4.4. Vivía en Kino el Espíritu de Dios y de Jesús, espíritu de verdad, de amor, de trabajo, de servicio, de fidelidad y fortaleza; y convivivía con la combinación encantadora de la piedad popular centroeuropea diecisietesca y la seriedad científica del matemático y cosmógrafo.

Por eso, por lo que traía en su corazón, pudo ver lo que otros no veían: un corazón como el de él en los pimas de la Alta Pimería.

Kino se sabe heredero de larga tradición, y da nombres de vírgenes y santos a bahías, islas, montes, ríos y aldeas que el explorador fue descubriendo, y a misiones o visitas fundadas por el incansable misionero: el que celebra la misa cada día, la fiesta de la gratitud cristiana, aun cuando le supusiera desmadrugarse o desvelarse, o prolongar aún más las ya de por sí larguísimas jornadas.

Es el mismo espíritu el que lo lleva a ocuparse por igual del comercio con las Islas Filipinas que del detalle de las festividades parroquiales, del ornato austero y digno de sus templos, del cantar broncíneo de sus provisionales campanarios y del más noble y armónico de sus indígenas cristianos.

4.5. Ese espíritu soportó tempestades del Seno Califórnico y kilómetros ígneos de piedras y de arenas, así como burocracias y esperas de correos..; y, lo más doloroso, oposiciones continuas y aun intrigas incluso de algunos de sus compañeros.

Nada lo doblegó, porque su gozo era acompañar a su único Señor en su ascender hacia el triunfo del Calvario.

Sus 24 años de noroeste sonorense son la puesta en hechos de su convicción cordial: de su fe y confianza en el Dios que se da gratuitamente a todos y cuya gloria es la vida digna de sus hijos; y –la otra cara– su confianza y fe en esos hijos de Dios, en quienes supo ver siempre los rasgos familiares del rostro del Padre de Jesús, Padre también de todos ellos.

4.6. En otras palabras: Fue lo único suyo su despojo de sí mismo en la total entrega al hombre total, a quien mostró el camino de la vida auténtica, no enclaustrándolo en los rezos, sino enseñándole a optimizar con sus manos los bienes de la creación que Dios le dio y promoviendo relaciones de tolerancia, paz y colaboración entre los grupos humanos a los que se acercaba.


5. Para su andar, Kino portó poco equipaje; pero muy bien escogido: humildad profunda y agradecimiento permanente a Dios, autor de continuos y ubicuos favores celestiales; un crucifijo, alguna imagen y un libro de oraciones; agua y algo de comer, y alguna cosa que sembrar; astrolabio y brújula, y papel y tinta para mapas y registros de sucesos y de objetos. Y, no además de esto, sino precisamente en esto, inquebrantable fe en el ser humano y dedicación no regateada a ayudarlo a humanizarse.

Lo podemos ver, certeramente, a caballo, en Magdalena o aquí mismo. En Tijuana, lo vi en pie, empuñando un arado con la izquierda y un crucifijo con la diestra. Me gustaría verlo en la Unisón trazando mapas, pesando soles o redactando cartas y Favores.


6. Lo he visto, y muchas veces, en lo indómito y servicial de toda y todo sonorense, y lo creo, como de la Compañía de Jesús, también orgullo de Sonora. Y creo en esta Sonora, no bastardo orgullo suyo.

Que el dios mercado y la competencia y fatuidad impuestas por la sociedad que se globaliza y tecnifica no sofoquen lo más valioso de estas tierras: el corazón, la inteligencia y la libertad que de su antepasado indígena heredó y que Kino supo reconocer, respetar y cultivar.

Sobrenadan ellos en Confines, cuya saboreada lectura puede serles salvavidas. Bolton habría de estar en toda biblioteca o librero sonorense; mejor aún, en el buró o junto al sillón de las lecturas más humanizantes y sabrosas.

Sonora es como Kino: sensible, valiente y generosa; y, como él, tiene un destino, para México y para América Latina. Si empeña por él su libertad, el hacer de sus hijos seguirá haciendo su grandeza.


Nota: Artículo extraído del blog "Escritos que hoy quiero compartir", fechado el 27 de Septiembre del 2005.

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