Programa educativo del jesuita - Eusebio Francisco Kino

Félix Palencia
 
“La educación es obra conjunta de la autoridad y del cariño,
pero cojea menos por la falta de autoridad que por la falta de cariño.”
(Enrique Gutiérrez Martín del Campo, mexicano educador jesuita del siglo XX)
 
Los renglones siguientes pretenden ser un resumen actualizado del libro VIII de la obra que Eusebio Francisco Kino escribió tras la muerte, en la se­mana santa de 1695, en Caborca, del padre Francisco Javier Saeta, jesuita como Kino.
Saeta, misionero joven enviado a So­nora como apoyo a Kino, fue muer­to a los pocos meses de su llegada, y Kino propone su propio ‘programa educativo’ como el fruto de sus diálo­gos con él. Pero, en realidad, se trata de una especie de ‘instructivo’ de un misionero experto a uno novato.

El verdadero educador
• Un educador es quien no tiene otro interés que el educar, y a quien todo lo demás le resulta secundario. Por eso, su sueño y su esperanza única es la educación, y no pretende sacar de ella ningún provecho o lucro propio.
• Todo el éxito de la educación depende del amor, con el que se ganan los ánimos de los educandos y se superan todos los problemas. Y, al contrario, el rigor y la violencia la echan a perder completamente.
• Habiendo amor, la primera meta es “ganarse a los que se ha de educar”, para lo que puede ayudar el rega­larles cosas sencillas y no caras que les agraden y les sirvan (como tal vez un paseo).
• La vida de quien educa no es algo codiciable o fácil, pues no produce riquezas, y pide mucho trabajo, pa­ciencia y sacrificio; pero sí regala insospechables consuelos y alegrías.
“No se educa estando sentado en una silla”, sino muchas veces “en el suelo o en una piedra.”
Menos aún con amenazas, sino con mucha comprensión, para ponerse en lugar del educando, soportando la falta de atención de él y de obediencia, sobre todo a los comienzos; y esto se logra sólo aceptando y perdo­nando humillaciones, ofensas y aun ataques, que es lo que madura a quien educa.

La falsa educación
No conviene recurrir a castigos, que más que ayudar, pueden echar a perder todo al producir resentimientos, miedos y distanciamientos, no sólo en los castigados sino entre sus compañeros todos.
• El castigo se aplica muchas veces a los menos culpa­bles, y ellos, al sentirlo así, reciben mucho daño, lo que hace casi imposible cualquier educación y ocasiona daños permanentes.
• Lo mismo daña enormemente cualquier tipo de men­tira o engaño que una promesa no cumplida.
• El único recurso válido a la fuerza o la violencia puede ser el de emplearla en defensa de los más débiles, a quienes a veces sus compañeros más aceptados, más ricos, más listos o más fuertes, humillan o maltratan.

Temperamento y vocación
• Para educar se requiere especial temperamento y vocación, que suponen cariño e ingenio educativo, más importantes que los estudios o los títulos o cualquier otra cualidad. Quien siente a los educandos como una carga o molestia, es incapaz de ser educador, aun si sólo siente así para los más difíciles: si no los ama, todo serán dificultades para él, y daño sin ningún provecho para ellos.
A las objeciones que a esto se propongan se puede responder que, en el fondo, Dios es quien educa a cada uno de sus hijos, y que él acompañará siempre y ayudará a quien de veras se dedica a ello, y cuidará de darle lo que vaya requiriendo, mucho más allá de lo que el educador pueda imaginar.
Muchas veces, el educador no es muy estimado o retribuido socialmente, pero de una verdadera educación depende, más que de cualquier otra cosa, la construcción de un mejor futuro para un pueblo o nación, como lo atestigua el recuerdo por generaciones de educadores que en verdad lo fueron.

La educación de los renuentes
• La atención de quien educa ha de ser esmerada para con los casos más difíciles:
La educación se compara con el domar potros cerreros, mucho más difícil que montar caballos mansos: requiere de mucha paciencia y mucha maña, y, aun con ellas, da diversos resultados y supone trabajos dispa­rejos. Pero, precisamente, los potros más broncos y rebeldes, para los que más maña y paciencia se requiere, suelen ser luego las mejores cabalgaduras: las más valientes, más leales y más fuertes.
Los educandos suelen comunicarse todo unos a otros, y platicarse unos a otros todo lo que saben o piensan de quienes los educan. También por eso hay que tener mucho cuidado en no ofenderlos, pues todos quieren saber cualquier cosa de sus educadores, y los etiquetan, y corren la buena o mala fama de ellos mucho más allá de su propio grupo, cosa que puede hacer mucho provecho o mucho daño a mucha gente.

Los medios educativos
En resumen, los medios más educativos que hay son los siguientes:
• El amor, presencia y reflejo del mejor educador, que es Dios mismo.
• La propia reflexión sobre lo que uno hace o valora, que será lo que en verdad un educador transmita; aten­diendo especialmente a sus más íntimas intenciones y deseos. Para ello, puede ayudar la reflexión en grupo de educadores o de amigos, que facilita el desenmascararse uno a sí mismo.
• El trabajo y en primer lugar el esfuerzo por conocer de cerca a los educandos, colaborando con ellos en lo que a ellos les interesa o gusta, y encontrando en ello la mejor forma de descanso.
• La congruencia y buen ejemplo, que dice más que todas las palabras.
• La paciencia y tolerancia, sobre todo con los más renuentes o más débiles, comprendiendo y valorando lo difícil que es el propio educarse, sobre todo a los comienzos, sin por eso dejar de plantear nuevas exigencias u oportunidades quien pueda ya afrontarlas.
• La confianza y la fe en los demás y en uno mismo, fundamento de todos los medios anteriores.

La motivación
Lo que motiva a un verdadero educador es su conciencia de estar colaborando en la mejor tarea posible: la de construir un mundo mejor y más humano. Sepa, por tanto, que educar es más importante que cualquier otra actividad humana, como pueden ser las de gobernar, curar enfermedades o producir y repartir alimentos; y ni siquiera la enseñanza en escuelas superiores es comparable a la primera educación, pues de ésta depende que aquélla sirva de algo y la universidad toda y los esfuerzos todos de la sociedad no tienen otra auténtica razón de ser que el ayudar a crecer a los más débiles.
Por último, dado que toda vida humana lleva consigo trabajo y sufrimiento, no pueden tener mejor sentido éstos que el dedicarlos a construir, educando, una vida más humana para todos.

Resumen
El “método educativo de Kino” explicitado en su libro Favores Celestiales, puede resumirse en tres momentos:

-Ofrecer amistad leal y confiada
• Invitar a conocer niveles de vida más humanos realizables y apoyar a quienes deseen crecer a ellos
• Quien lo desee, explicitarle los valores y motivos que hacen la vida más humana.

*La obra citada fue editada por Editorial Jus, de México, en 1961, y reeditada por el Instituto Sonorense de Cultura, en Hermosillo, Son., en 2001, con el título Vida del P. Francisco J. Saeta, S.J. - Sangre misionera en Sonora.
 
Texto tomado de "Revista Universidad Kino" Año I, Número 3, Verano 2014.
 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario