Calavera del 2 de Noviembre del 2002

Era ingenioso, escribía con mucha facilidad y habilidad. En una ocasión le hice una calavera por el 2 de Noviembre y el me regresó otra, que quisiera compartirles...

Una langosta sin pena

Yace, y hace bien, aquí
un llegado de la Costa
como plaga de langosta:
el buen amigo Isaí.

En la ciudad de Hermosillo,
en la gloriosa Unisón,
alegró su corazón
este joven no tan pillo.

En medio de unos desiertos
donde apenas sí hace frío,
el Cielo le dio a Rocío
con los ojos muy abiertos.

Cuando miró ella lo obvio
que le quitó toda pena,
fue corriendo a Magdalena
y dijo: ¡Ya tengo novio!

Para que no hubiera quejas,
lo presentó a su familia,
y, en toda su noviafilia,
él la obsequió con abejas.

A Acapulco, una semana
un congreso la llevó,
y él sin ella se sintió
todo lleno de desgana.

Ella pasó a Guanajuato
y, de las momias testigo,
se acordó de un cura amigo
que tiene nombre de gato.
Un domingo se asociaron
para hacer una tarea,
y aunque, usted no se lo crea,
llegó el día en que se casaron.

Como era enorme su amor
tuvieron tan buena suerte,
que ni la canija muerte
pudo secar esa flor.

La noche del 9 al 10
de octubre hubo un gran pastel:
se quisieron ella y él
de la cabeza a los pies.

Se los llevó la calaca
que nunca a nadie perdona,
y alguna buena persona
puso en su tumba esta placa:

Aquí descansan en paz.
Rociítos e Isaítas
y nietitos y nietitas
los recuerdan con solaz.

Hoy yo recojo esta historia
en forma de calavera
para que sepa cualquiera
del amor la gran victoria;

pues no puede ser quimera
tanta dicha y tanta euforia:
¡un amor tan sin escoria
vivido en difícil era!
 
Compartido por Rocío Miranda Reyes.

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