El Papa en Lampedusa

QUE LAS RUTAS DE ESPERANZA NO SEAN NUNCA MÁS RUTAS DE MUERTE
Ciudad del Vaticano, 8 julio 2013 (VIS).

El papa Francisco viajó esta mañana a la isla italiana de Lampedusa, punto de llegada desde hace años de multitud de inmigrantes y en cuyas aguas han encontrado la muerte decenas de ellos.

El pontífice salió a las 8:00 del aeropuerto romano de Ciampino y llegó a la isla a las 9:15, donde fue recibido por el arzobispo de Agrigento, Francesco Montenegro, y por la alcaldesa, Giuseppina Nicolini. En automóvil se dirigió a Cala Pisana, y se embarcó, para llegar al Puerto de Lampedusa acompañado por las barcas de los pescadores de la isla. Durante el trayecto lanzó al mar una corona de flores en recuerdo de los emigrantes muertos en el Mediterráneo. En el puerto, Punta Favarolo, lo esperaban cincuenta inmigrantes, muchos de ellos musulmanes, que se encuentran en los centros de acogida lampedusanos. El Papa saludó personalmente a cada uno de ellos y a continuación se desplazó al cercano campo de deportes “Arena”, donde a las 10:30 celebró la santa misa.

El formulario de la misa fue el de 'Remisión de los pecados', previsto por el Misal Romano entre las 'Misas para las necesidades particulares'. Los textos de la Liturgia de la Palabra (el relato de Caín y Abel, la matanza de los inocentes, el salmo “miserere”) subrayan el aspecto penitencial de la liturgia. El Santo Padre utilizó un báculo de la parroquia de Lampedusa realizado con los trozos de madera de las barcas de los inmigrantes llegados a la isla y un cáliz de madera que procede también de esas barcas. Ambos son obra de un artesano de Lampedusa que ha ayudado durante las emergencias a los emigrantes.

Ofrecemos a continuación una amplia síntesis de la homilía del Papa:
“Inmigrantes muertos en el mar, por esas lanchas que, en lugar de haber sido camino de esperanza, han sido camino de muerte". Así decía el titular de un periódico. Desde que, hace algunas semanas, me enteré de esta noticia, desgraciadamente tantas veces repetida, mi pensamiento ha vuelto continuamente a ella, como a una espina en el corazón, que causa dolor. Y por eso sentí que tenía que venir hoy aquí a rezar, a realizar un gesto de cercanía, pero también a despertar nuestras conciencias para que lo que ha sucedido no se repita. Que no se repita, por favor.


El Papa agradeció a los habitantes y a las autoridades de Lampedusa su solidaridad con los inmigrantes y, entre ellos, saludó a los musulmanes, que hoy comienzan el ayuno del Ramadán, diciendo “La Iglesia está a su lado en la búsqueda de una vida más digna para ustedes y para sus familias”
“Esta mañana, a la luz de la Palabra de Dios que hemos escuchado, me gustaría proponer algunas palabras que toquen la conciencia de todos, que lleven a reflexionar y a cambiar concretamente algunas actitudes”.


“Adán, ¿dónde estás?”: es la primera pregunta que Dios dirige al hombre después del pecado. “¿Dónde estás, Adán?”. Y Adán es un hombre desorientado que perdió su lugar en la creación, por pensar que será poderoso, que podrá dominar todo, que será Dios. Y la armonía se rompe, el hombre se equivoca; y esto se repite también en relación con el otro, que no es ya un hermano al que amar, sino simplemente alguien que me estorba para mi vida, para mi bienestar. Y Dios hace la segunda pregunta: “Caín, ¿dónde está tu hermano?”. El sueño de ser poderoso, de ser grande como Dios –en definitiva de ser Dios–, lleva a una cadena de errores, que es cadena de muerte, ¡lleva a derramar la sangre del hermano!

Estas dos preguntas de Dios resuenan también hoy, con toda su fuerza. Muchos de nosotros –y yo también me incluyo– estamos desorientados, no estamos ya atentos al mundo en que vivimos, no nos preocupamos, no protegemos lo que Dios ha creado para todos y no somos capaces siquiera de cuidarnos los unos a los otros. Y cuando esta desorientación alcanza dimensiones mundiales, se llega a tragedias, como ésta de la que hemos sido testigos.

“¿Dónde está tu hermano?, la voz de su sangre grita hasta mí", dice Dios. Esta no es una pregunta dirigida a otros, es una pregunta dirigida a mí, a ti, a cada uno de nosotros. Esos hermanos y hermanas nuestras intentaban salir de situaciones difíciles para encontrar un poco de serenidad y de paz; buscaban un sitio mejor para ellos y para sus familias.., pero encontraron la muerte. ¡Cuántas veces quienes buscan estas cosas no encuentran comprensión, no encuentran acogida, no encuentran solidaridad! ¡Y sus voces llegan hasta Dios!... Escuché, recientemente, a uno de estos hermanos: Antes de llegar aquí pasaron por las manos de los traficantes, de quienes que se aprovechan de la pobreza de los otros, de personas para quienes la pobreza de los otros es una fuente de lucro. ¡Cuánto sufrieron! Y algunos no consiguieron llegar.

“¿Dónde está tu hermano?”. ¿Quién es el responsable de esta sangre? En la literatura española hay una comedia de Lope de Vega que narra cómo los habitantes de la ciudad de Fuente Ovejuna matan al Gobernador porque es un tirano, y lo hacen de tal manera que no se sepa quién realizó la ejecución. Y cuando el juez del rey pregunta: “¿Quién mató al Gobernador?”, todos responden: “Fuente Ovejuna, Señor”. ¡Todos y ninguno! También hoy esta pregunta se impone con fuerza: ¿Quién es el responsable de la sangre de estos hermanos y hermanas? ¡Ninguno! Todos respondemos igual: no fui yo, yo no tengo nada que ver, han de ser otros, ciertamente yo no. Pero Dios nos pregunta a cada uno de nosotros: “¿Dónde está la sangre de tu hermano, cuyo clamor llega hasta mí?”.

“Hoy nadie en el mundo se siente responsable de esto; hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna; hemos caído en la actitud hipócrita del sacerdote y del servidor del altar, de los que hablaba Jesús en la parábola del Buen Samaritano: vemos al hermano medio muerto al borde del camino, quizá pensamos “pobrecito”, y seguimos nuestro camino: no nos compete; y con eso nos quedamos tranquilos, nos sentimos en paz. La cultura del bienestar, que nos lleva a pensar en nosotros mismos, nos hace insensibles al grito de los demás, nos hace vivir en pompas de jabón, que son bonitas, pero no son nada, son la ilusión de lo fútil, de lo provisional, que lleva a la indiferencia hacia los otros, o –mejor dicho–, lleva a la globalización de la indiferencia. En este mundo de la globalización hemos caído en la globalización de la indiferencia. ¡Nos hemos acostumbrado al sufrimiento del otro, no tiene que ver con nosotros, no nos importa, no nos concierne!... La globalización de la indiferencia nos hace “innominados”, responsables anónimos y sin rostro”.

“Adán, ¿dónde estás?”, “¿Dónde está tu hermano?”, son las preguntas que Dios hace al principio de la humanidad y que dirige también a todos los hombres de nuestro tiempo, también a nosotros. Pero me gustaría que nos hiciéramos una tercera pregunta: “¿Quién de nosotros ha llorado por este hecho y por hechos como éste?”. ¿Quién lloró por la muerte de estos hermanos y hermanas? ¿Quién lloró por esas personas que iban en la lancha?, ¿por las madres jóvenes que llevaban a sus hijos?, ¿por esos hombres que deseaban algo para mantener a sus propias familias? Somos una sociedad que ha olvidado la experiencia de llorar, de “sufrir con”: ¡la globalización de la indiferencia nos ha quitado la capacidad de llorar!

En el Evangelio hemos escuchado el grito, el llanto, el gran lamento: “Es Raquel que llora por sus hijos… porque ya no viven”. Herodes sembró muerte para defender su propio bienestar, su propia pompa de jabón. Y esto se sigue repitiendo… Pidamos al Señor que quite lo que quede de Herodes en nuestro corazón; pidamos al Señor la gracia de llorar por nuestra indiferencia, de llorar por la crueldad que hay en el mundo, en nosotros, también en aquellos que en el anonimato toman decisiones socio-económicas que hacen posibles dramas como éste”.

“Señor, en esta liturgia, que es una liturgia de penitencia, te pedimos perdón por la indiferencia hacia tantos hermanos y hermanas; te pedimos, Padre, perdón por quien se ha acomodado y se ha cerrado en su propio bienestar que anestesia el corazón, te pedimos perdón por quienes con sus decisiones de nivel mundial han creado situaciones que llevan a estos dramas”.


Traducción por Félix Palencia.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario