Te envío (...) el cuentito y los monitos. Estos, en realidad no hablan directamente de Abraham, pero quizá te pueden ayudar: son los que el autor pone para ese cuentito, que, en el fondo, mira a quitar prejuicios religiosos no cristianos, y busca ayudar a una fe viva.
Félix.
"Sé en quién tengo puesta mi confianza"
1. LA FE DE ABRAHAM
Introducción:
Casi todos creemos en algo. El que no cree en nada, nunca sabe decidir, amarga la vida a todos y se destruye a sí mismo.
A veces solamente creemos en alguna cosa o en alguna idea... Y eso es muy peligroso. Porque nos puede llevar a pisotear la vida de otras personas con tal de lograr nuestro ideal. Y, de paso, a acabar con nuestra propia persona.
Según la Biblia, la fe consiste en creer en alguien... Alguien que nos llama personalmente a todos a vivir plenamente con él. A ese alguien lo llamamos Dios, creador y motor de nuestra vida y de toda vida. En la Biblia, esta fe aparece primero en Abraham.
A partir de este «tema» en adelante, vamos a comenzar una aventura de fe como la que tuvo Abraham; vamos a dejar que Dios nos lleve a donde él quiere.
La fe de Abraham:
Una historia que ilumina nuestro decidir:
[tomada de la Biblia, de los capítulos 12 a 22 del libro del Génesis]
Abram nació hace casi 4 mil años cerca de la gran ciudad de Ur de los caldeos (actualmente Irak). Su familia era pobre; eran pastores y vivían de sus rebaños. Para los habitantes de la ciudad, su familia era considerada poca cosa. Pero, para Dios, eran personas muy especiales y muy queridas.
Cuando Abram llegó a su juventud, su familia pasaba por una angustia muy grande. Las pocas tierras que aprovechaba para pastorear a sus animales se estaban acabando debido al rápido crecimiento de la ciudad. Y, ante esta crisis, su familia estaba dividida: unos querían quedarse y aguantar la mala suerte, mientras que otros preferían irse a buscar tierras nuevas y una vida mejor. En eso, un día sintió Abram que el Señor le decía:
Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre
para ir a la tierra que yo te voy a mostrar.
Con tus descendientes voy a formar una gran nación
y, por medio de ti, bendeciré a todas las familias del mundo.
Abram escucha aquella llamada que se repetía en su mente. Aquella voz interior le daba ánimo. Pero también en su interior sentía mucho miedo de dejar a su familia y a todo lo que él conocía. No le era fácil arriesgar su vida por un futuro inseguro entre gente extraña. Pero Dios le ayudó a decidirse.
Cuando pensaba en quedarse, Dios le hacía sentir una profunda insatisfacción, y cuando pensaba en irse, Dios le hacía sentir una gran paz interior. Fue esta paz lo que lo animó a responder al llamado del Señor.
Llevó consigo a Sara su mujer, sus rebaños, sus pocas pertenencias y a todos sus familiares que quisieron acompañados. Y comenzó la búsqueda de aquella tierra desconocida que Dios le había prometido. .
Después de caminar más de mil kilómetros bajo el intenso calor del desierto, Abram encontró los pastizales que tanto soñaba: estaban entre el mar y el río Jordán en el país de Canaán, el actual Israel.
Pero, con el paso de los años, la esperanza de Abram se iba convirtiendo en amargura. No tenía hijos y Sara su mujer, por su avanzada edad, ya no podía concebir. Pensaba: ¿para qué luchar si no tengo alguien a quien yo pueda compartir y heredar los frutos de mi vida? Dios le contestó; una noche Abram oyó en su interior la voz del Señor que le decía:
Mira el cielo y cuenta las estrellas.
Así será el número de tus descendientes.
Tú serás el padre de muchas naciones
y yo seré tu Dios y el Dios de ellos.
Abram recordaba las palabras que una vez el Señor le había dicho:
Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre
para ir a la tierra que yo te vaya mostrar.
Con tus descendientes voy a formar una gran nación
y, por medio de ti, bendeciré a todas las familias del mundo.
Y Abram creyó al Señor... y por eso el Señor lo aceptó como justo. Desde aquella misma noche Abram cambió su nombre por Abraham, que quiere decir «Padre de muchas naciones».
Dios cumplió su promesa: Sara quedó embarazada y siendo ya muy vieja le dio un hijo a Abraham. Los dos no cabían en sí por tanta alegría. A su hijo le pusieron el nombre de Isaac y lo circuncidaron en señal de que ya pertenecía al nuevo pueblo de Dios, que apenas ellos tres empezaban a formar.
Pero Abraham fue un hombre condicionado por las normas y por los prejuicios de su tiempo, como lo somos también nosotros hoy. A Abraham no lo dejaba en paz su conciencia, porque, según las costumbres religiosas que él conocía y practicaba, estaba obligado a ofrecerle a Dios en sacrificio a su primer hijo. Si no lo hiciera, él creía sinceramente que Dios los iba a castigar tanto a él como a todos los suyos.
Contra todos sus sentimientos, Abraham obedeció lo que entendió como la voluntad de su Dios. Llevó al pequeño Isaac al sacrificio. Abraham tomó la leña para el sacrificio y la puso sobre los hombros de su hijo; luego tomó el cuchillo y el fuego y se fueron los dos juntos. Poco después Isaac le dijo a su papá:
Tenemos la leña y el fuego,
pero ¿dónde está el animal que le vamos a sacrificar a Dios?
Abraham no pudo ni siquiera mirar a su hijo. Cuando los dos llegaron a la parte alta del cerro, Abraham construyó un altar con piedras y preparó la leña; luego ató a su hijo y lo recostó sobre el altar, encima de la leña. Pero, al tomar el cuchillo, en su interior Abraham oyó claramente la voz del Señor que le decía:
Abraham, Abraham.., ¡no mates a tu hijo!
¡Yo no quiero que él muera!, ¡yo quiero que viva..!
Yo no soy Dios de muerte; sino de libertad y vida!
Al instante Abraham comprendió cómo era este Dios en quien él había puesto toda su fe: era Dios de vida. Desató a su hijo y lo abrazó...
Y, a partir de aquel momento, nunca se cansaba de hablarle a todo el mundo de cómo Dios lo había liberado una y otra vez, hasta que pudo vivir como siempre había anhelado. Abraham, por fin, había descubierto «la tierra que Dios le había prometido».Por eso, su hijo Isaac, su nieto Jacob y todos sus descendientes siempre recordaban lo que un día el Señor le dijo a Abram:
Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu Padre
para ir a la tierra que yo te voy a mostrar.
Con tus descendientes voy a formar una gran nación
y, por medio de ti, bendeciré a todas las familias del mundo.
Preguntas:
¿Qué fue lo que más me gustó de la historia de Abraham? ¿Por qué me gustó?
¿En qué se parece la vida de Abraham y mi vida? ¿A mí, cómo me llamó Dios?
¿En qué momento de mi caminar estoy ahora?
¿Cómo me siento ahora? ¿Por qué?
¿Qué es lo que me gustaría decirle a Dios?
¿Qué fue lo que más me gustó de la historia de Abraham? ¿Por qué me gustó?
¿En qué se parece la vida de Abraham y mi vida? ¿A mí, cómo me llamó Dios?
¿En qué momento de mi caminar estoy ahora?
¿Cómo me siento ahora? ¿Por qué?
¿Qué es lo que me gustaría decirle a Dios?
Félix Palencia sI.
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