Pregón de la Pascua

El pregonero hacía las veces del periódico de hoy: transmitía la información y proclamaba los decretos oficiales. De esa época proviene el texto que presento, cuyo texto latino -otrora cantado en florido gregoriano- nos puede ser más asequible en esta traducción:


PREGON DE LA PASCUA


La luz de JesuCristo,
que esta noche brillante resucita,
alumbre los caminos
obscuros de la vida,
y el corazón de quienes los caminan.


Alégrense los ángeles
y gocen las celestes jerarquías.
Trompetas jubilares
anuncien la noticia
del triunfo de Jesús, pastor y guía.

Alégrese la tierra,
radiante como el sol de medio día:
¡Se acaban las tinieblas!
¡La luz de Cristo brilla,
y aparta de este mundo la neblina!

Alégrese la Iglesia,
jardín de Dios y madre venerable,
al verse de luz llena;
y el pueblo de Dios cante
en alta voz el canto de su pláceme.


Mis queridos hermanos:
Les pido su oración al Dios benigno,
para que, iluminándonos,
haga pleno y fructífero
el elogio que haremos de este cirio.


¡Levanten ya sus ánimos!
--¡Estamos muy contentos ante Dios!
--¡Su amor agradezcamos
a Dios, nuestro Señor!
--¡Es justo, y nos lo pide el corazón!--


Es en verdad muy justo
alabar a Dios, Padre omnipotente,
y a Jesús, Hijo suyo;
y que en mi voz se muestre
mi corazón, eufórico y alegre.


Jesús pagó la deuda
y borró con su sangre el expediente
que Adán nos dio en herencia.
Su sangre nos protege
y en su pascua nos libra de la muerte.


Esta es la noche santa
en que tu pueblo libre, caminando,
atravesó las aguas,
y en que con fuego y rayos
disipaste las sombras del pecado.

Esta es la santa noche
que devuelve la vida a los cristianos,
y los colma de dones:
¡Les cura sus pecados,
y los une a los ángeles y santos!

Esta noche santísima,
destruyendo los lazos de la muerte,
Cristo vuelve a la vida,
y victorioso asciende,
dispuesto a consolar a los creyentes.


¡Qué grande es tu ternura!
¡Qué enorme tu bondad y tu cariño!
¡Por perdonar mi culpa,
amando tanto a tu Hijo,
lo entregaste a las fuerzas del maligno!

¡Qué dicha haber pecado,
cuando por mi pecado he merecido
tener un Dios humano!
¡En la muerte de Cristo,
el hombre vuelve a hallar el paraíso!

¡Qué noche tan feliz,
testigo del regreso de la vida
en secreto jardín!
¡Tú brillas como el día,
radiante de favores y de dicha!


¡La fiesta de esta noche
ahuyenta la maldad, lava las culpas,
la inocencia repone,
las discordias expulsa
y acaba con dominios y amarguras!


Recibe, Padre santo,
esta noche de dones y de fiesta,
la ofrenda y holocausto
de este cirio de cera,
que consagra en tu honor la santa Iglesia.

Es columna llameante
nutrida del trabajo de la abeja;
y, aunque su luz reparte,
su resplandor no mengua,
porque en sabios panales se alimenta.


¡Oh noche felicísima,
en que se junta el cielo con la tierra!
En ella Dios invita
a compartir su herencia:
¡La vida que en su Cristo nos entrega!


Cuida, Padre, este cirio,
y haz que su luz se sume a las estrellas.
Que lo encuentre encendido
la matinal lumbrera
cuya luz no se apaga y es eterna.

¡Ese lucero es Cristo,
a quien resucitaste de la muerte!
Su resplandor invicto
ya nunca se obscurece,
y relumbra por siempre y para siempre.


Amén.


Nota: Artículo extraído del blog "Escritos que hoy quiero compartir", fechado al 26 de Marzo del 2005.

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