Joyas de una prisión


Aparece «Joyas de una prisión» como floración o fruto de un curso-taller, «Haciendo amigos», realizado en el Cereso 'Hermosillo I', entre el verano y el otoño de este año, de 2012. Los escritos que le dan consistencia fueron recopilados entre los participantes, del 3 al 12 de octubre, y simplemente se les digitalizó y dio formato. Cada quién escribió lo que quiso, y en la forma que quiso. Entre todos construimos este cuadernillo, sobre todo, nos ayudó para construir o afianzar nuestra amistad.
 
 
 
 
Si deseas ver el cuadernillo completo: Joyas de una prisión


Canción Noche de Paz

Es hermosa, tradicional, internacional y popular la melodía de 'Noche de Paz'. Su letra admite varias traducciones, y aun trasculturaciones. Propongo la que sigue, perfectamente cantable con la misma melodía, y quizá mejor armonizada con las realidades navideñas.
 


NOCHE DE PAZ

"Noche de paz, noche de amor...":
Eso dice la canción;
pero en el mundo ya no hay Navidad:
ricos y pobres no pueden gozar,
porque no encuentran a Dios.

Noche febril, noche sin paz:
Sufre el rico su penar;
cuenta dinero y dinero sin fin,
sangre de hermanos que él hace sufrir...
¡Nunca tranquilo estará!

Noche sin pan, llena de alcohol:
Llora el pobre su dolor;
es miserable su pobre jornal
y la penuria carcome su hogar...
¡Siente el olvido de Dios!

Pobre mortal: Vive tu fe,
que ya es pobre Dios también.
Para los pobres es la Navidad:
nace Jesús, que nos va a liberar...
¡Ven, y luchemos con él!

Rico mortal: Vive tu hoy:
Sin justicia no hay perdón;
Dios te reprocha la desigualdad:
Todos iguales nacimos de Adán.
¡Sin igualdad no hay amor!

Si duermes tú, despierta ya,
que llegó la Navidad:
Entre los pobres hoy nace Jesús
y con su llanto rompe la quietud
y nos invita a luchar...
 
  

Nota: Artículo extraído del blog "Escritos que hoy quiero compartir", fechado al 21 de Diciembre del 2005.
 

Cuento de Navidad

Este cuento está fechado: Chihuahua, 1974, y (tras aclaraciones a la censura previa -cosas de los tiempos-) fue publicado en las Noticias de los jesuitas mexicanos. Como la circulación de aquéllas era restringida, lo republico hoy, para el público en general. Como decía Jesús, 'el que tenga oídos para oír, que oiga' (que adaptándo yo traduzco: 'que cada quién entienda conforme a su entendedera.
 
Envío:

Este 'cuento' que te envío no pretende amargar ninguna navidad: por eso puede leerse en cualquier época del año. Se trata más bien del anuncio parabólico-profético de la Palabra del Señor: Anuncio indudablemente fragmentario; pero que creo no por ello habrá de dejar de cuestionarnos, y en un género literario por cierto que se acerca quizá al predilecto por el Señor. Te agradeceré, si publicas el cuento, lo hagas preceder por esta pequeña 'nota'.


CUENTO DE NAVIDAD

"Yo quiero amor, no sacrificio;
conocimiento de Dios, más que holocaustos".
Oseas, 6:6).

Había una vez, hace mucho tiempo, en un país muy lejano, un hermoso bosque, donde los gigantescos árboles conversaban diariamente con los animales, y entonaban juntos cada atardecer el Himno de la Naturaleza.

Perdida en lo más profundo de aquel bosque, había una casita, por cuya chimenea, muy de vez en cuando, se veía salir el humo entremezclado con los vapores perfumados del cocido.

En aquella casita vivía una familia muy pobre, aunque de linaje nobilísimo: La madre era la soberana legítima de un gran Reino, a la sazón dominado por un gobierno usurpador. Por no ver correr la sangre de sus súbditos, a quienes entrañablemente amaba, se había desterrado ella a la casita del bosque, abandonando las galas y comodidades de la corte.

Su mayor riqueza eran sus siete hijos, que con ella vivían: eran ellos toda su felicidad, y la Reina no los cambiaría por todos sus antiguos honores ni por todos sus antiguos tesoros.

Cerca del bosque, en la cumbre de una enriscada montaña, vivía una horripilante y malvada hechicera, cuyo único sueño era el de aumentar sus riquezas: tenía seis graneros llenos de dinero y joyas, y le faltaba poco para llenar de oro el séptimo de ellos.

Un día, Simón, el mayor de los hijos, había salido al bosque a cortar leña. Al atardecer, después de una muy dura jornada, Simón tuvo sed y se sintió cansado. Aunque en su casa lo esperaban las sabrosas bebidas frescas que preparaba su madre, urgido por la sed prefirió acercarse a la fuente, que manaba en un rincón del bosque frente a la montaña donde la bruja habitaba.

Simón había oído en su infancia los relatos acerca de la bruja; y sabía que ella de vez en cuando bajaba a aquella fuente para tomar el agua que necesitaba para sus maléficas pociones; pero nunca imaginó que aquella tarde se vería hablando cara o cara con la bruja.

No bien se había sentado Simón a la orilla de la fuente, cuando se le acercó una bellísima doncella, con un largo vestido que arrancaba del musgo las gotas de rocío: Lo usaba la bruja en sus mejores disfraces, para ocultar con él la cola de serpiente de la que no podía desprenderse.

—Buenas tardes, buen hombre—, ella dijo.

—Buenas tardes—, le replicó Simón.

—Tú, ¿quién eres?—, ella le preguntó.

—Soy Simón, el mayor de Los hijos de la Reina buena; y descanso un poco de haber cortado leña para mi madre querida y mis amados hermanitos.

—Eres Simón; pero no quieres a tu madre tanto como lo dices: Hasta ahora nunca le has hecho un buen regalo navideño...—

Simón se entristeció de que alguien dudara del cariño que por su madre sentía, y, con algún enojo, respondió a la hechicera:

—A mi madre sí la quiero: por ella y por mis hermanos trabajo cada día; pero no tengo dinero para regalarle algo la noche de la Navidad...—.

Y siguieron conversando un largo rato.

Cuando volvió Simón a su casa, antes de dormirse dirigió la mirada a sus seis hermanitos, que dormían en seis camitas, y de cada uno de sus ojos corrieron tres lágrimas amargas.


Se acercaba ya la noche santa de la Navidad; Simón lo sabía, porque los lirios del campo guardaban ya para el próximo año sus más hermosos vestidos y las aves del cielo se afanaban trabajando para que en los meses fríos no les faltara el alimento.

Simón había calculado muy bien su proyecto, y había tenido cuenta exacta de las semanas y los días.

Toda la familia había adelantado el trabajo cotidiano, para poder descansar los días de Navidad: ¡Nadie imaginaba que aquella nochebuena sería la más mala de todas las noches!


La víspera de Navidad, muy de mañana, salieron los siete hermanos a dar un paseo por el bosque. La Reina se quedó en la casa, preparando la cena para sus hijos.

Simón buscó, con empeño, bajo las piedras que yacían en el musgo, hasta juntar seis alacrancillos dorados, los más hermosos que pudo conseguir. Sus hermanitos le ayudaron en la búsqueda.

Buscó después, sobre los piedras recubiertas de musgo, hasta juntar seis hongos muy hermosos, rojos como el fuego que consumía la leña llevada por Simón y con el que la Reina cocinaba los más sabrosos manjares para la cena de la nochebuena.

Tomó Simón los hongos y los alacranes y los colocó en una escudilla de plata, que le había dado la hechicera, y puso ésta sobre una pequeña hoguera que sus hermanos le habían ayudado a encender.

Cuando el potaje estuvo hirviendo Simón fue llamando aparte a uno por uno de sus hermanitos:

—¿Qué se te antoja cenar hoy, hermanito?—

—Yo quisiera pavo al horno y buñuelos con miel.

—Toma una cucharada de esto, y lo que cenes esta noche a eso que quieres te sabrá—.

Y así fue dando a cada uno de sus seis hermanos sendas cucharadas de la mágica poción.

No bien el último de los seis había bebido, cuando sobre los ojos del primero cayó un profundo sueño; y así, uno a uno, los seis hermanos se fueron quedando dormidos sobre el mullido y fresco musgo.


Simón sacó entonces una bolsita de piel de cabra que la bruja le había dado, y, siguiendo en todo los instrucciones de la hechicera, se acercó al primero de sus hermanos que se había quedado dormido.

Bastó que Simón diera tres vueltas alrededor de su durmiente hermano, para que los ojos de éste abandonaran sus órbitas y rodaran suavemente sobre el musgo.

Simón recogió con todo cuidado los brillantes ojos de su hermano, y los depositó dentro de la bolsita de piel de cabra. La cerró luego esmeradamente, y fue a rodear tres veces a su segundo hermano, y así fue rodeando a uno por uno, hasta que llegó a tener en la bolsita los doce húmedos ojos de sus hermanos.

Corrió entonces ágilmente hasta la cumbre de la montaña, y al poco rato estaba ya de regreso, llamando a las puertas de su casa.

—¿Quién es?—, preguntó la madre, desde el interior.

—Simón, el mayor de tus hijos, que te traigo, a nombre mío y de mis hermanos, un hermoso regalo navideño.

—¿Y dónde están tus seis hermanos?

—¿Por qué, madre, me preguntas?: ¿soy acaso yo el cuidador de mis hermanos? Abreme pronto, para que te entregue tu regalo.

La Reina, sorprendida por las palabras de su hijo, que nunca antes le había respondido con tanta altanería, abrió, preocupada, la puerta.

Inmediatamente, Simón se arrojó a los brazos de ella, y le presentó el regalo navideño:

¡Un precioso brazalete, de doce diamantes, cuyo brillo iluminaba la oscuridad de la ya avanzada nochebuena!

Pero su madre no pudo mirarlo: hacía rato que sus ojos habían rodado fuera de sus órbitas, para perderse para siempre en la espesura del bosque.


Desde entonces, ya no se ha escuchado más el Himno de la Naturaleza, y Simón vaga día y noche, sin rumbo, por el desierto; mientras la bruja está feliz, porque logró llenar de oro su séptimo granero.


Y, colorín colorado,
que este cuento... ¿se ha acabado?


Nota: Artículo extraído del blog "Escritos que hoy quiero compartir", fechado al 17 de Diciembre del 2005.

Canto de Victoria

De "El Libro de los Libros" (traducción mía de la Biblia), estando por celebrar el aniversario de la 'independencia' de mi patria, comparto ahora este canto libertario de los inicios del pueblo de Israel. Lo hago, porque alienta la esperanza, en tiempos difíciles de sumisión y decepción.

(A046) Canto de victoria

Éxodo 15: 01-21

Cuando Dios liberó de Egipto a su pueblo y ahogó a los egipcios en las olas del mar, Moisés y su hermana María empezaron a cantar este canto, y todos los siguieron:

[Canto de María y Moisés, hermanos]

Caballos y carros,
guerreros con armas potentes,
Dios hunde en las olas rugientes
del mar.

Marchemos cantando,
que Dios con su mano
nos quiso librar.
El ve por su pueblo
y quiere gocemos
de la libertad.

Caballos y carros,
guerreros con armas potentes,
Dios hunde en las olas rugientes
del mar.

Creyó su soberbia
que nadie la guerra
les iba a ganar,
y llenos de orgullo
pensaron que el mundo
podían sojuzgar.

Caballos y carros,
guerreros con armas potentes,
Dios hunde en las olas rugientes
del mar.

Y Dios por su gente
en ira se enciende
y sale a luchar.
Su orgullo confunde:
con aire los hunde
en lo hondo del mar.

Caballos y carros,
guerreros con armas potentes,
Dios hunde en las olas rugientes
del mar.

Nota: Artículo extraído del blog "Escritos que hoy quiero compartir", fechado al 3 de Septiembre del 2005.

El Principio

La historia del amor de Dios, cuyo momento culminante se revive en nuestra Pascua, remonta sus inicios hasta 'el principio' mero. La Biblia nos lo canta bellamente en su poética página inicial, que nos dice la más íntima verdad sobre nosotros mismos.


EL PRINCIPIO - GÉNESIS 01:01 - 02:04


Al principio hizo Dios cielos y tierra:
Todo obscuro y vacío,
soledad y tiniebla
en silencio infinito.
Sobre el agua, tranquilo,
solo, el soplo de Dios revolotea.

Y habló Dios: "Haya luz". Y la luz hubo.
A la luz mira limpia,
la aparta de lo obscuro,
le da por nombre "Día";
pone "Noche" a lo impuro;
y comienzan los tiempos y los números.

Y deslindó las nubes y las aguas,
y desecó la tierra.
Con sólo una palabra
terminó esa tarea,
y vio que era perfecta.
Y fue el segundo día de la semana.

Mandó luego a las plantas que brotaran:
que a este mundo desnudo,
con sus hojas y ramas,
con sus flores y frutos,
lo vistieran de lujo.
Y contó por tercera su jornada.

Colgó Dios grandes lámparas del cielo,
para alumbrar el mundo
y señalar los tiempos.
Sus leyes les impuso
y les marcó sus rumbos.
Y vio Dios que el día cuarto fue muy bueno.

Llenó de peces mares infinitos
y de pájaros aires,
y a todos los bendijo:
"¡Reprodúzcanse! ¡Naden
y vuelen con gran arte!"
Y aprobó su trabajo del día quinto.

Ve Dios la tierra muerta, y le da orden
de llenarse de fieras
y de bestias, que corren
o se arrastran. La tierra
de animales se llena.
¡Todo está bien! ¡Ya sólo falta el hombre!

Y dice Dios al fin: "¡Al hombre hagamos,
para que sea en el mundo imagen nuestra!:
Que domine la tierra con sus manos,
que gobierne las aves y las fieras,
los peces y reptiles, y que sea
dueño y señor de bosques y de campos".

Y así los hizo Dios ¡A imagen suya!
Macho y hembra los creó.
Los bendijo, y les dio
el poder engendrar vida futura
al hacer el amor:
¡Qué feliz aventura!

Y contempló el Creador toda su hechura
el día sexto. Y gozó,
el día séptimo, Dios
la belleza sin par de sus creaturas;
y alegre, con holgura,
cansado, descansó.

Nota: Artículo extraído del blog "Escritos que hoy quiero compartir", fechado al 26 de Marzo del 2005.

Evangelio de la Pascua

México canta las grandes hazañas de sus héroes y las historias de amor en forma de 'corrido'. Ninguna hazaña mayor, ningún héroe más héroe ni ninguna historia de más grande amor que los de la buena noticia de la Pascua. Fácilmente se podrá cantar, acompañada por lo menos de guitarra, el corrido que a continuación comparto:


EVANGELIO DE LA PASCUA - MT 28:01-10


Dos coros simultáneos:*

1. A-le-lu-ya, a-le-lu-ya, a-le-lu-ya, a-le-lu-ya.
A-le-lu-ya, a-le-lu-ya, a-le-lu-ya, a-le-lu-ya.

2. Cantemos, cantemos, cantemos alegres
cantemos el triunfo de la humanidad:
el crucificado, Jesús Nazareno,
cumplió su promesa y está vivo ya.

Cantemos, cantemos, cantemos alegres
cantemos el triunfo de la libertad:
el crucificado ha resucitado,
triunfó la esperanza, triunfó la verdad.


Solista(s):


Hoy vengo a cantarles, amigas y amigos,
historia que empieza triste y con dolor:
A la Magdalena y a la otra María
un sábado entero la angustia mató.

Luciendo el domingo, ya van al sepulcro,
cuando de repente sienten un temblor:
Enviado del cielo, llegado a la tumba
le quita la losa un angel de Dios.


Su ropa es de nieve, su rostro es un rayo,
se sienta en la piedra, tranquilo y en paz,
mientras los soldados que cuidan la tumba
temblando del susto no pueden ni hablar.

Ustedes, sin miedo; el ángel les dice.
Ya sé a lo que vienen, pero ya no está:
El crucificado, Jesús Nazareno,
cumplió su promesa y está vivo ya.


Miren con sus ojos el lugar preciso
donde lo enterraron, aquí en el panteón,
y a toda carrera lleven la noticia
de que el Nazareno ya resucitó:

Sepan sus amigos que allá en Galilea
lo verán bien vivo después que murió:
El va por delante de todos ustedes,
y allá los espera con la luz del sol.


Todavía con miedo, se fueron de prisa,
llenas de alegría después de sufrir,
a dar la noticia a los de su grupo
de que habrían de verlo allá en su país.

En esas andaban, cuando de repente
tuvieron con alguien encuentro feliz:
¡El era en persona quien las saludaba!
¡Qué dicha tan grande! ¡Qué gozo sin fin!


Jesús les insiste: Ya nada de miedos...
Y les da un recado de su parte de él:
Vean a mis hermanos, y que en Galilea
allá los espero, háganles saber.

Vuelen las calandrias y los ruiseñores,
canten la victoria del que es nuestro bien,
y llegue hasta todos la hermosa noticia
de la Magdalena y de la otra mujer.


Dos coros simultáneos:*

1. A-le-lu-ya, a-le-lu-ya, a-le-lu-ya, a-le-lu-ya.
A-le-lu-ya, a-le-lu-ya, a-le-lu-ya, a-le-lu-ya.

2. Cantemos, cantemos, cantemos alegres
cantemos el triunfo de la humanidad:
el crucificado, Jesús Nazareno,
cumplió su promesa y está vivo ya.

Cantemos, cantemos, cantemos alegres
cantemos el triunfo de la libertad:
el crucificado ha resucitado,
triunfó la esperanza, triunfó la verdad.

* Las sílabas de los aleluyas se prolongan (probablemente en los tonos del bajeo de la guitarra), mientras el otro coro va cantando de tres en tres las sílabas de sus estrofas, haciendo coincidir los tiempos fuertes del compás.

Nota: Artículo extraído del blog "Escritos que hoy quiero compartir", fechado al 26 de Marzo del 2005.

Pregón de la Pascua

El pregonero hacía las veces del periódico de hoy: transmitía la información y proclamaba los decretos oficiales. De esa época proviene el texto que presento, cuyo texto latino -otrora cantado en florido gregoriano- nos puede ser más asequible en esta traducción:


PREGON DE LA PASCUA


La luz de JesuCristo,
que esta noche brillante resucita,
alumbre los caminos
obscuros de la vida,
y el corazón de quienes los caminan.


Alégrense los ángeles
y gocen las celestes jerarquías.
Trompetas jubilares
anuncien la noticia
del triunfo de Jesús, pastor y guía.

Alégrese la tierra,
radiante como el sol de medio día:
¡Se acaban las tinieblas!
¡La luz de Cristo brilla,
y aparta de este mundo la neblina!

Alégrese la Iglesia,
jardín de Dios y madre venerable,
al verse de luz llena;
y el pueblo de Dios cante
en alta voz el canto de su pláceme.


Mis queridos hermanos:
Les pido su oración al Dios benigno,
para que, iluminándonos,
haga pleno y fructífero
el elogio que haremos de este cirio.


¡Levanten ya sus ánimos!
--¡Estamos muy contentos ante Dios!
--¡Su amor agradezcamos
a Dios, nuestro Señor!
--¡Es justo, y nos lo pide el corazón!--


Es en verdad muy justo
alabar a Dios, Padre omnipotente,
y a Jesús, Hijo suyo;
y que en mi voz se muestre
mi corazón, eufórico y alegre.


Jesús pagó la deuda
y borró con su sangre el expediente
que Adán nos dio en herencia.
Su sangre nos protege
y en su pascua nos libra de la muerte.


Esta es la noche santa
en que tu pueblo libre, caminando,
atravesó las aguas,
y en que con fuego y rayos
disipaste las sombras del pecado.

Esta es la santa noche
que devuelve la vida a los cristianos,
y los colma de dones:
¡Les cura sus pecados,
y los une a los ángeles y santos!

Esta noche santísima,
destruyendo los lazos de la muerte,
Cristo vuelve a la vida,
y victorioso asciende,
dispuesto a consolar a los creyentes.


¡Qué grande es tu ternura!
¡Qué enorme tu bondad y tu cariño!
¡Por perdonar mi culpa,
amando tanto a tu Hijo,
lo entregaste a las fuerzas del maligno!

¡Qué dicha haber pecado,
cuando por mi pecado he merecido
tener un Dios humano!
¡En la muerte de Cristo,
el hombre vuelve a hallar el paraíso!

¡Qué noche tan feliz,
testigo del regreso de la vida
en secreto jardín!
¡Tú brillas como el día,
radiante de favores y de dicha!


¡La fiesta de esta noche
ahuyenta la maldad, lava las culpas,
la inocencia repone,
las discordias expulsa
y acaba con dominios y amarguras!


Recibe, Padre santo,
esta noche de dones y de fiesta,
la ofrenda y holocausto
de este cirio de cera,
que consagra en tu honor la santa Iglesia.

Es columna llameante
nutrida del trabajo de la abeja;
y, aunque su luz reparte,
su resplandor no mengua,
porque en sabios panales se alimenta.


¡Oh noche felicísima,
en que se junta el cielo con la tierra!
En ella Dios invita
a compartir su herencia:
¡La vida que en su Cristo nos entrega!


Cuida, Padre, este cirio,
y haz que su luz se sume a las estrellas.
Que lo encuentre encendido
la matinal lumbrera
cuya luz no se apaga y es eterna.

¡Ese lucero es Cristo,
a quien resucitaste de la muerte!
Su resplandor invicto
ya nunca se obscurece,
y relumbra por siempre y para siempre.


Amén.


Nota: Artículo extraído del blog "Escritos que hoy quiero compartir", fechado al 26 de Marzo del 2005.

A la Víctima de Pascua

Para cerrar este pequeño círculo eclesiástico-litúrgico, presento una traducción rimada de la 'Secuencia de la Pascua', la cual trata de conservar en algún modo el ritmo de su original latino:

A la Víctima de Pascua
(Victimae paschali)



Presenten los cristianos alabanzas
y ofrendas a la víctima de pascua.

Pagó por las ovejas el cordero:
Jesús, siendo inocente, a los culpables
la paz nos dio de nuevo
con el Padre.

Lucharon en batalla nunca vista
la vida con la muerte; y, siendo muerto,
vive triunfante el dueño
de la vida.

¡Anda, cuéntanos, María!:
¿qué viste al nacer del día?

Miré testigos angélicos,
y vi el sudario y los lienzos.

Vi de Cristo viviente la tumba vacía,
y la gloria miré del que vuelve a la vida;

¡Mi esperanza, que es Cristo, de nuevo despierta!:
¡Se adelanta a los suyos, allá, en Galilea!

Más crédito debemos a María,
fiel única y veraz,
que no a la autoridad santa judía,
mentirosa y falaz.

Que el Cristo revivió de los difuntos
sabemos que es verdad.
¡Jesús!: ¡Te suplicamos en tu triunfo
que nos tengas piedad!


Nota: Artículo extraído del blog "Escritos que hoy quiero compartir", fechado al 29 de Marzo del 2005.

En el día de las mamás.

Este escrito cumplió tres años ya. Su actualidad está en que sigue habiendo madres, como -espero- siempre las habrá. Hoy lo dedico particularmente a Carla, que gracias a Valeria, llegada el 9, pudo celebrar el 10 pasado.

En el día de las mamás.

En el día de las mamás, mientras escucho la banda que toca para alguna de ellas en mi barrio:

Es sin duda el realizarse como madre una de las más plenas posibilidades de a quienes en nuestra raza humana les haya tocado la suerte de poder lograrlo.

La base de ella, es sabido, procede de la presencia de un cromosoma en la simiente del papá, por el que el concepto deviene femenino. Pero es obvio que la maternidad no es lograble sin la cooperación amorosa del varón.

No se ha de confundir, sin embargo, el inicio de maternidad que consiste en concebir, gestar y dar a luz, con la plenitud de ella, tarea materna que no termina sino cuando la madre o el producto muere.

La plenitud materna no es otra que la de todo ser humano: la plenitud en el amor; pero, con todo, es la madre la expresión más transparente y espontánea de ella, con una espontaneidad que nada disminuye la libertad y el sacrificio de asumirla.

La función materna empieza, en efecto, desde la concepción, aunque se asomaba ya desde los sueños e ilusiones de la niña, que van tomando forma cuando la relación de pareja empieza a hacerse deseable y aun indispensable.

Pero lo más heroico del desempeño materno no son los nueve meses de embarazo; pero ni siquiera los dolores que preceden y acompañan el parto.

Una mujer recién parida empieza apenas a vivir la fortaleza y libertad que su misión requiere: Ha soportado el dolor, y empieza a ver y a acariciar algo que ahora está fuera de ella, que claramente se distingue de ella, de quien originariamente no se distinguía y en quien ha pasado ya varios meses capacitándose para un vivir biológico relativamente autónomo.

Para el bebé los cuidados de la madre son indispensables, y la satisfacción de ella en darse a él le compensa con creces las horas arrebatadas al sueño nocturno y la atención solicitada y solícita de veinticuatro horas por día.

Algún día el bebé empieza a gatear y, luego, el niño empieza a caminar. Ya antes empezó a descubrir a otras personas, y a dirigir a algunas de ellas su sonrisa y sus demandas. La madre sigue siendo necesaria, pero el bebé empieza a depender también de otras personas, que le quitan a ella el bien ganado inicial derecho suyo de ser concesionaria exclusiva de su crianza.

Después comienza el niño a hablar, y, si bien empezó llamándola a ella, va poco a poco aprendiendo a dirigirse también a otras personas.

Y empieza a aparecer la inteligencia, y con ella también la libertad.

Son los primeros conatos por hacer vida independiente: por dejar atrás ya no sólo la dependencia intrauterina o la de los primeros meses que siguen al rompimiento del cordón que los unía, y, con ellos, las primeras oportunidades que la madre tiene de empezar a ser verdaderamente madre.

El padre, hecho casi a un lado hasta el momento después de su inicial cooperación biológica, empieza a ser significativo para el niño, que anhelará siempre por ver la unidad de corazón, decisión y acción de sus progenitores.

Sigue creciendo el niño, y no exige ya solamente la comida: quiere por sí mismo ir descubriendo el mundo e ir entablando nuevas relaciones personales, y, sobre todo, aspira a tomar sus propias decisiones y a ejercer así su libertad, aunque interiormente se sabe incapaz casi de hacerlo.

Más fácil fue gestarlo en las entrañas o alimentarlo generosamente con los pechos. Se trata ahora de gestar al joven, en el seno tierno y exigente del hogar, desde la unidad de misión cuya exclusiva no puede ya reclamar sola la madre.

Y libertad es destino y riesgo, y es largo aprendizaje.

No busca ya el adolescente (es decir: el que va haciéndose adulto) la dependencia hacia sus padres; pero, aunque frecuentemente parezca rechazarla, requiere con urgencia la seguridad del cariño y el apoyo que sólo ellos pueden darle.

Mucho de él han sembrado ya en su interior durante los años de la infancia, y permanecerá allí mientras el hijo o la hija vivan, más allá incluso del ausentarse definitivo del padre o de la madre. Pero lo sembrado requiere de cultivo, tanto más arduo cuanto respetuoso ha de ser de lo que va creciendo.

Y lo que fue un bebé apenas distinguible de su madre llega a ser alguien maduro para asumir su autonomía, e incluso para iniciar sus relaciones de pareja; que culminarán cuando encuentre a alguien a quien elija amar más que a sí mismo o sí misma, más que a su madre o a su padre y más que a sus primeros hermanos nacidos de ellos mismos.

Madre y padre llegarán también a ser hermanos suyos, y el hombre o la mujer adultos serán miembros de la fraternidad universal, para construir una igualdad que no puede reconocer otras sanas dependencias que la siempre disminuyente de los minorennes para con quienes los trajeron a este mundo.

Entonces, aquella madre otrora absolutamente indispensable para su criatura habrá de reconocer en quien lo fue de ella a otro ser humano adulto, y saber que mejor madre habrá sido cuanto menos éste pueda necesitar alguna vez de ella.

Es heroica y gloriosa, es cierto, la misión materna de traer hijos a este mundo; pero lo es más la de impulsarlos al reino de la libertad y del amor, en el que ellos llegarán a ser verdaderamente humanos.

No cabe duda de que, a pesar del espontáneo impulso femenino a realizar esta misión, ella no se logrará sino por la decisión libre y abnegada de asumirla.

Como reconocimiento agradecido, como invitación y como algo que yo mismo quise decirme, deseoso de crecer en mi en algún modo vivirlo, quise escribir esta nota, para enviarla con cariño a algunas madres que conozco.

FxsI

Cerro de la Campana, Hermosillo, Son.
10 de mayo del 2002


Nota: Artículo extraído del blog "Escritos que hoy quiero compartir", fechado al 13 de Mayo del 2005.

Conmemorando el tricentenario de Eusebio Kino sI. (Audio)



Una plática sobre el tricentenario de Eusebio Francisco Kino* por Félix Palencia sI, dentro del programa "Palabra en Movimiento", cortesía de www.palabraenmovimiento.blogspot.com.

Enlace:
https://archive.org/details/ProgramaDel06DeAbrilDe2011


*No es sobre Francisco Eusebio Kino.

Canto de victoria

De "El Libro de los Libros" (traducción mía de la Biblia), estando por celebrar el aniversario de la 'independencia' de mi patria, comparto ahora este canto libertario de los inicios del pueblo de Israel. Lo hago, porque alienta la esperanza, en tiempos difíciles de sumisión y decepción.

(A046) Canto de victoria

Exodo 15: 01-21

Cuando Dios liberó de Egipto a su pueblo y ahogó a los egipcios en las olas del mar, Moisés y su hermana María empezaron a cantar este canto, y todos los siguieron:

[Canto de María y Moisés, hermanos]

Caballos y carros,
guerreros con armas potentes,
Dios hunde en las olas rugientes
del mar.

Marchemos cantando,
que Dios con su mano
nos quiso librar.
El ve por su pueblo
y quiere gocemos
de la libertad.

Caballos y carros,
guerreros con armas potentes,
Dios hunde en las olas rugientes
del mar.

Creyó su soberbia
que nadie la guerra
les iba a ganar,
y llenos de orgullo
pensaron que el mundo
podían sojuzgar.

Caballos y carros,
guerreros con armas potentes,
Dios hunde en las olas rugientes
del mar.

Y Dios por su gente
en ira se enciende
y sale a luchar.
Su orgullo confunde:
con aire los hunde
en lo hondo del mar.

Caballos y carros,
guerreros con armas potentes,
Dios hunde en las olas rugientes
del mar.

Nota: Artículo extraído del blog "Escritos que hoy quiero compartir", fechado al 3 de Septiembre del 2005.