Cómo hablar de Dios...

Esta nota, reciente, responde a una pregunta muy concreta, misma con que la titulo. Originalmente escrita como correspondencia particular, no veo por qué no darla a la luz pública, pues pienso pueda serlo de alguna utilidad. ¿Cómo hablar de Dios a los 'niños de la calle'?

Félix, s.I.

0.

Te escribo, N.N, en familia, por intentar una respuesta a la pregunta que de una amiga tuya me transmites. Me dices, en efecto, que 'una gente querida que trabaja con Niños de la Calle, te pide ayudarle a preparar una catequesis. De dónde partir para anunciar a Dios si no puede ser como Padre y Madre'.

Y, como es costumbre, quiero empezar por precisar algún uso de los términos, por deslindar el planteo de la cuestión: Ante todo, distinguir entre 'anunciar a Dios' y 'catequizar':


1. Entiendo el 'anunciar a Dios' tuyo como 'evangelización': dar la buena noticia a quien la necesita, formule o no formule verbalmente la pregunta. Y creo que no siempre es buena noticia el anunciar o el informar de Dios: Juzgo, por el contrario, que, en muchos casos, la buena noticia será precisamente la contraria: el no anunciarlo o, si vale decirlo así, el 'desinformar' acerca de él:

La cultura galilea parece haber sido muy religiosa en tiempos de Jesús (como quizá lo sea hoy la de esos 'niños de la calle', y como lo era sin duda la misma de Jesús). Y tal vez por ello frecuentemente Jesús habló de Dios, o aun le habló a él. Pero no siempre hizo lo mismo:

Claros casos son, a como los relatan los textos evangélicos, los de su trato con un romano y con una cananea, y, en momentos cruciales, con el procurador Poncio Pilato:

El primero de ellos lo narran Mateo, Lucas y Juan, y ni uno de los tres menciona a Dios: Un hombre tiene un problema, y acude a Jesús pidiendo ayuda. Jesús le dice que ya su hijo sanó, y el capitán le cree y se retira, alegre. No recibió un 'anuncio' referente a Dios, sino la buena noticia que deseaba.

El segundo, referido por Marcos y Mateo, es del todo paralelo: La mujer busca en Jesús curación para su hija; aun humillada, insiste, y él le repite lo mismo: que su hija ya sanó. No recibió un 'anuncio' referente a Dios, sino la buena noticia que deseaba.

El tercer caso Juan lo relata con lujo de detalles. Entre ellos, ni en palabras del uno ni del otro es mencionado Dios (a no ser, quizá, al cuestionar Jesús el poder de quien se acaba de afirmar dueño absoluto de Jesús (Jn 19:10-11).., razón quizá por la que Pilato ya no se esforzó demasiado por dejarlo en vida y libertad).

Parece, pues, claro que, al menos para Jesús, 'dar buenas noticias a los pobres' no significó necesariamente hablarles de Dios... Pero, ¿qué, cuando se trataba de su pueblo?

Es obvio que su conflicto fue con ese pueblo (excepto quizá, relativamente, con un pequeño 'resto' de él), y tanto más lo fue con aquéllos de ese pueblo que más sabían de Dios: escribas, fariseos, sacerdotes...

Por milenaria tradición, para ese pueblo creyente (o por lo menos, crédulo), parecía esencial se le hablara de Dios..; pero no precisamente para anunciarlo (al menos desde Moisés ya era anunciado, con antecedentes de Abraham, Isaac y Jacob); sino, más bien, lo que urgía era 'se le desinformara' acerca de él:

El pueblo era, como todo 'pueblo', fundamentalmente un pueblo que sufría; incluídos en él leprosos, ciegos, hambrientos, paralíticos, tullidos, y otros (tipificados algunos en Magdalena, Zaqueo, Leví, Nicodemo, Samaritana, y aun los 'Doce' (alguno con suegra y otros con papá y mamá); y todavía otros más, como unos novios en apuros o una madre cuyo hijo acaba de morir...

En común tienen todos ellos su insatisfacción o percepción de necesidades más o menos perentorias.., y lo que Jesús les anuncia es que ellas tienen solución. Y no es raro que al hacerlo hable de Dios... Pero, ¿¡de qué Dios!?

De uno identificable descriptiva o narrativamente por algunos de sus más patentes rasgos (el que está en el cielo, el que hace salir el sol, el que nos libró de Egipto, el que dio la ley a Moisés, etcétera); pero del cual niega Jesús, con sus hechos y palabras, un buen número de 'atributos' (es decir, de cosas que se le atribuyen comúnmente):

Es un Dios, en efecto, que no se preocupa demasiado de que las leyes sean cumplidas, ni mucho menos de castigar a quien no las cumpla; un Dios que antepone siempre sobre cualquier valor al hombre, a todo hombre: su vida, su esperanza, su dignidad, su libertad...

Juan resume esto diciendo que no hay otro Dios que amar, y Pablo en Atenas ensaya hablar del venerado como 'Desconocido', y canta, desde su incipiente teología judeo-romana, al amor... Pero todo esto es posterior, y pertenece más a la catequesis que a la evangelización.


Jesús mismo también es catequista, no sólo con su 'Doce', pero principalmente para ellos. Como, ambas cosas, lo son ellos también, como los presenta Lucas al narrarnos sus 'Hazañas', y se ve por las 'cartas' que a algunos de ellos tradicionalmente se atribuyen.

Porque Jesús, como después 'los doce' y los escritores de las cartas, no trataban sólo de dar buenas noticias (aunque generalmente lo hacían, según sus diversas mentalidades y culturas); sino también, y muy principalmente, de ver de apoyar al grupo naciente y creciente: a esa iglesia 'apostólica', portadora, ella sí, de buenas noticias para todos.

No es, me parece obvio, la finalidad de la evangelización el incorporar gentes a la iglesia, sino el aliviar a la sufriente humanidad; pero, para ello, es bueno que siga referida a su maestro, y que, por tanto, en alguna manera sepa de él.

Y, si para ello le ayuda conservar signos y rituales, ¡bien hayan ellos..! Pero, si no, ¿qué sentido tienen?

En todo caso, no creo que sea recta catequesis la de hacer aprender de memoria el símbolo nicenoconstantinopolitano


("nuestra fe se ha nicenoconstantinopolizado,
¿quién la puede desnicenoconstantinopolizar?
–El desnicenoconstantinopolizador
que la desnicenoconstantinopolizare
buen desnicenoconstantinopolizador será");


como ni tampoco el seguir malrepitiendo enseñanzas agustinianas o tomistas..; pero ni siquiera teilhardianas, rahnerianas, delubacanas o ratzingerianas. ¿Qué entendería de todo este párrafo un 'niño de la calle'?

Y, tras este cuasipreámbulo, quiero ir llegando al punto preguntado, por no correr el riesgo de no pasar de sólo un preámbulo..:

2.

Empezaré por preguntarme esto: ¿qué necesita el 'niño de la calle'?: ¿Qué le urge a él sentir, saber o comprender?, ¿qué siente, sabe o piensa, que le destruye o estorba dignidad, libertad, humanidad..? ¿Qué duda, sospecha, intuye, ha oído, medio se cree y medio no se cree?

Para quien esté cerca de él, creo no será muy difícil saberlo (o intuirlo, sospecharlo); dado por obvio que 'estar cerca de él' es ante todo quererlo (lo cual supone quererlo tal como es).

El 'niño de la calle', pienso yo, es una casi frustrada posibilidad de llegar a ser persona..; pero lo es, muy en primer lugar, por percibirse así a sí mismo:

No quiero decir que sea ése el origen primero temporal de sus deficiencias o carencias, pues las actuales vienen creciendo desde que un espermatozoide y un óvulo se unieron en alguna trompa de Falopio: Me refiero, sí, a la raíz, principio y fundamento de la condición sufriente del 'niño de la calle':

Creo que el 'niño de la calle' sufre y se frustra por estar en alguna manera persuadido de que es simple basura, condenada a medio subsistir: de que no vale nada, no merece nada, no es digno de nada..; persuasión que se siente agudizada si se le añade la de que en alguna manera tiene culpa en ella.

A quien está cerca del niño, esta persuasión última parece estúpida del todo; pero no siempre así al niño, a quien, tratado frecuentemente como contaminante cucaracha, se le hace introyectar esa persuasión, y se le confirma diariamente.., a veces, aun por quien trata de 'ayudarlo':

No es 'ayuda' lo que el niño necesita: lo primero es que sepa que él no tiene la culpa. Y esto no se le puede hacer saber a base de charlas o de prédicas: Le voy más al atajo andado por Jesús para adentrarse al chaparrito de la higuera: "¡Invítame a comer!"

Para mí, dar la buena noticia va por ese rumbo..:

Que sienta el niño que, por muy basura que se crea, hay alguien tan creyente en él que le pide que le comparta el alimento: alguien que no se asquea de lo que el niño come, ni de cómo lo consigue, dónde y con quién lo come, o en qué forma...

Pienso yo que esta experiencia repetida hace al menos sospechar al niño que no es él mera basura; o, por lo menos, que está con él alguien que es tan basura como él.., con lo que al menos sospechará que, si es basura, no es la única basura (y que, si es malo, por lo menos tiene un cómplice).

Tarde o temprano, en una cultura con resabios religiosos, la sospecha colidirá con otras aprehensiones, que no la dejarán matar la duda para esplender en su verdad (la que nos hace libres); y, compartiendo la comida (como Jesús en Jericó, en Jerusalén o en Emaús), es más fácil consolidar y bruñir un poco esa verdad:

Podrá tal vez pedirse al niño que narre algo de su infancia, o decírsele que ya uno la imagina (por que la evoque siquiera para sí): no para mostrarle lástima por ella, sino para, en la forma que el espíritu sugiera (ya dijo Jesús que él nos asesoraría en los tribunales, y no hay tribunal alguno supremo al que es un niño), darle a sentir que, al menos para mí, el no es culpable...

¿Para esto hará falta hacer alguna referencia a Dios..? No será remoto que la haga (aunque no siempre necesario u oportuno), porque no será raro que el niño fantasee que Dios también lo culpa a él.

No creo que la misión del evangelizador sea la de mantener la idolatría, perenne germen y abono ubérrimo de las esclavitudes; ni creo ser iconoclasta si niego que valga más conservar una imagen o idea falsa de Dios "para purificarla poco a poco", que destruirla de un hachazo:

Nuestro Dios, se dice él dijo de sí mismo, es celoso, y no tolera compartir con otros dioses, y aun el Vaticano II atribuye a los cristianos el ateísmo en incremento, por opacar en vez de transparentar la concepción de Dios:

Temo que quien apoyara la esperanza de un niño en un dios que lo atormenta en vez de hacerlo sonreír, habría de tener por dichos para sí párrafos consignados en Mateo como reproches –o bravatas– contra los fariseos, y que haría mejor si se echara al mar, molar al cuello.

Si el niño comparte conmigo su comida de hambre –o, si no conmigo, con quien sea–, ese niño ama; y, si ama, conoce a Dios, aunque no sepa que lo conoce (cosa que más suele ser que próvida, supervacánea, o aun nociva).

Y de allí se sigue todo lo demás...

3.

Y concluyo, resumiendo:

Catequizar al 'niño de la calle' no tiene sentido, al menos en tanto que no haya hecho sangre suya la buena noticia recibida, y le nazca transmitirla a los demás.

Comunicarle ésta será evangelizarlo; y el arte de evangelizar no estriba en saber decir bonitos parlamentos de Dios (Papá o Mamá), sino en propiciar que el evangelizando ame, para que así, sin más, conozca a Dios.

Quien ama se halla a sí mismo, y, en sí mismo, halla su verdad, y, así, su libertad, su dignidad, su dignidad... germinal siempre, provisional, parcial, como que humana habrá siempre de ser.

Es obvio que esto supone la indeleznable convicción de que el niño de la calle es 'autorredimible': que tiene en sí, como todo homínido, lo necesario para humanizarse, para irse haciendo más humano.., convicción que inspiró a Jesús desde el Jordán hasta la Calavera, y a la que la teología cristiana latina llama, desde siglos, el Espíritu de Dios.

4.

Nota: Si no logro que me invite a comer el 'niño de la calle', ganancia en ningún modo nugatoria nos será acompañarlo y gozar juntos si trata de panzabajear a una panzarribada cucaracha..; pues, a fin de cuentas, su auténtico éxito en la tarea de hacerse humano no dependerá sino de lo que haya hecho en
favor o disfavor de a quien perciba como 'más pequeño' que él..; con lo que yo seré, por él, también humano: Me recibirá él, en efecto, en las 'moradas eternas', redimidos ambos por una cucaracha panzarriba.


Félix



Nota: Artículo extraído del blog "Escritos que hoy quiero compartir", fechado al 31 de Agosto del 2005.

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